La noche se presentaba oscura, fría y lluviosa, la menos indicada para realizar un encuentro. Pero allí estaban los jóvenes que se habían propuesto encender el fuego y compartir la luz. Cada uno aportó lo suyo y fueron capaces de crear un ambiente de calidez, con mate, galletitas, cantos, reflexión y oración.
Se esperaba que en el mejor de los casos, algunos pocos valientes aparecieran pero superaron toda expectativas. Nadie quiso renunciar a la propuesta de un junte distinto, y hasta algunos pequeños, se colaron con entusiasmo a las actividades.
La magia del fogón hizo sentir la fuerza del Espíritu y el anhelo de interioridad para expresar experiencias, sueños, deseos y proyectos.